Buenos pero tristes días:
CIPRESES
Decir adiós siempre es duro. Por eso odio la melancolía de las despedidas y prefiero siempre los besos y abrazos de los encuentros.
Decía un viejo dicho africano, que cuando un anciano muere, una biblioteca se quema. Pero ¿qué decir cuando quién se marchita es una incipiente flor de primavera? Nada, porque por mucho que uno quiera decir, el respetuoso silencio siempre resulta ser el mejor aliado y aún mejor consejero.
No hay que temer al llanto ni a la rabia por la pérdida. En la intimidad del silencio todo vale. En el alma de cada uno pueden surgir extrañas contradicciones; y así recordar anécdotas compartidas que nos hacen sonreír, pero casi al instante, truncar y revertir estas en muecas de dolor y frustración al recordar momentos inconclusos o que sabemos, nunca volverán. ¡Cuántos momentos compartidos, cuántas miradas que hoy se difuminan en el tiempo y el espacio como ondas en un estanque infinito!
La profunda melancolía no debe jamás ganar la partida porque la aceptación y la resignación son etapas lógicas del duelo, necesarias para acabar con la posible desesperación. Sólo hay que recordar como se conmovió y lloró Jesús ante la muerte de su amigo Lázaro.
Partir nunca viene bien, sean quién seas ni vengas de dónde vengas. Pero como bien dices todo llega y para ello, qué mejor que reconocer las dimensiones olvidadas de nuestra vida por el ajetreo de la rutina.
Ojalá algún día pueda hacer despertar esa conciencia anestesiada por la aplastante responsabilidad diaria… seguro que podré saborear la vida siendo consciente de cada compañía, de cada ausencia, de cada bocanada de aire, de cada caricia del viento, de cada segundo de vida. Y cansado de tanto amor y belleza, ser capaz de partir, sin remordimientos ni penas.
Besos llenos de esperanza, amor y paz.
Fdo: JL el padrino
Siempre es duro decir adiós. Y es solo en ese momento en el que quiero que pase rápido el tiempo. Siento la pérdida. Un abrazo.
¡Qué buen aliado buscado!