Amanecía y no sé por qué me dije que recordara ese momento. Corriendo hacia el Sol nebuloso que ni dañaba la vista ni calentaba la mañana. Pero tenía que recordarlo, como si fuera a echarlo de menos. Como si las cosas fueran a cambiar.
Atardecía y decidí abrir la ventana para ver si se colaba un poco de su aroma, de su banda sonora, de su… no sé. ¿Cómo explicar la esencia del atardecer?
Escribía y me he dado cuenta de que en el último tiempo ha cambiado mi forma de dibujar algunas letras. Muchas son ahora de abajo a arriba.
No sé qué ni cuándo y si acaso algo cambiará. Pero ha habido un segundo en el que he parado en seco y he visto que algunas puertas, barridas con tanto esmero, han llegado a desaparecer.
Bailaba y veía que las almas se mueren por dentro, que hay pocos locos y mucho reparo. Pero me abrazó la esperanza al abrir sin pensar y ver que la locura resiste, igual que la santidad y la poesía. No importa la torpeza, sí importa que te importe qué puedan pensar.
Hablaba y encontré sueños y aspiraciones que espero que se tornen realidad.
Miraba en torno a la mesa y me alegraba ver que ha crecido y que queda sitio para más.
Reía y veía que las raíces son buenas, son fuertes y son de alegría.
Leía que la costumbre de tenerlo todo al alcance de la mano deshabitúa de la búsqueda larga y paciente de la infinitud…
da igual qué cosa o qué persona sea su cofre.
Y porque va matching con el mes:
Qué siga creciendo la mesa, cuanto más... mejor, siempre con sitio para uno, dos, tres. Qué sigas riendo, qué sigas con tus raíces. Llegará el día, de qué? De lo soñado, de lo esperado.